sábado, 5 de febrero de 2011

Prologo

   A lo largo de todas las tierras del mundo existen miles de profecías y leyendas, en cada ciudad, en cada pueblo y comarca se han pronunciado profecías, la gran mayoría falsas, casi todas estas profecías son proferidas por timadores intentando sacarse una cena, intentando intimidar a los habitantes del lugar, unas pocas han sido pronunciadas por locos. Las palabras de los locos, si bien son ininteligibles, contienen grandes verdades pues no están influidos por la sociedad que les rodean si no por los mismos dioses. Es una de estas profecías, una pronunciada en un pequeño pueblo apartado, la que revelara el destino del mundo, la que revelara el mayor enfrentamiento que jamás se ha producido en las tierras conocidas. Una noche de verano, una noche con tormenta un vagabundo entro en el pueblo pidiendo un techo para protegerse de la terrible tormenta que se cernía sobre él, la gente del pueblo desconfió de aquel viejo vestido con ropas zarrapastrosas y le cerraron las puertas, el anciano furioso ante el poco corazón de la gente rugió las siguientes palabras.

   -Bajo un blanco manto vendrá al mundo un ser muerto, pero renacerá, vivirá con las marcas de su comienzo y según valla enraizando en este mundo ira absorbiendo todo el mal que le rodea, su poder y rencor llegaran hasta límites nunca vistos, los pueblos se arrodillaran ante su poder y la destrucción se cernirá sobre todos los que se opongan a él, y este será el primer pueblo en caer, la naturaleza temblara ante su ascensión y solo una semilla del mismo árbol lograra alzar un muro que le detendrá hasta el día en que las antiguas civilizaciones, los antiguos amigos perdidos, se unirán, todas las criaturas se enfrentaran para decidir el destino del mundo.

   Mientras pronunciaba esta terrible profecía la tormenta fue haciéndose más intensa y con la última palabra un rayo cayó sobre el vagabundo, deslumbrando a los atónitos residentes, cuando estos pudieron volver a ver en el lugar que antes ocupaba el anciano no había absolutamente una marca que indicase la caída del rayo ni la presencia del anciano.
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   Era una noche fría, estaba recogiendo leña, debía darse prisa pues pronto nacería su primer retoño y tenía que mantener la casa caliente. Estaba resultando un invierno duro, muy duro, las nieves habían caído con mucha más fuerza de la habitual y le costaba encontrar leña seca. Cuando reunió la suficiente comenzó el trabajoso retorno a su casa, nada importaba, no había esfuerzo excesivo, la ilusión de la llegada del hijo aplacaba cualquier dolor físico. Cuando llego a la aldea la vio silenciosa, de algunas chimeneas salían pequeñas columnas de humo pero se había hecho tarde y todos descansaban, solo de las ventanas de su hogar salía luz. Entro en el hogar, dejo la leña al lado del fuego y se dirigió junto a su esposa, no dijo nada, solo la agarro de la mano y espero ofreciendo ese silencioso apoyo.

   La matrona iba de un lado a otro, calentando agua, murmurando para sí misma y ordenando al obediente marido que se apresuraba a cumplir sin preguntar. Cuando llego el momento estaba tan nervioso que no sabía que hacer, se quedo petrificado mientras la matrona guiaba a la inexperta madre, apenas si podía pensar, pero algo salió mal, el niño no respiraba, su mortecina piel no traslucía ni un hálito de vida. La madre lloraba sobre el pecho del marido que acariciaba mansamente su cabello, la matrona se disponía a llevarse al niño cuando el recién nacido hizo un pequeño ruido, los padres levantaron la cabeza sorprendidos y esperanzados, estaba vivo, el padre fue a avivar mas el fuego para que el niño se calentase, mientras tanto la madre tenia al niño contra su pecho, intentaba pesarle parte de su calor vital.

   Pasaron los minutos y, si bien el niño se movía y respiraba, no lloraba, su piel no se calentaba, su cuerpo amoratado no aparentaba estar vivo, la madre ya no le quería cerca, todos recordaban las antiguas leyendas. El padre miro a la matrona y con esa mirada la dejo claro que debía hacer, esta cogió al niño y, tras abrigarse, salió a la helada noche, lo llevaría al bosque y acabaría con la vida del pobre niño, no se debía dejar cumplir tan lúgubres profecías. Cuando estuvo suficientemente lejos se dispuso a realizar el terrible deber, saco un cuchillo y miro al niño, con un soplido volvió a guardar el cuchillo, no podía hacerlo, que la naturaleza se encargase, dejo al niño en el suelo, lo arropo con la mantita y se marcho.

   Pasaron los minutos y el niño no emitía ruidos, se limitaba a mirar a su alrededor con curiosidad. Una pareja llego, eran del poblado de hechiceros que estaba asentado en las cercanías, se miraron con una expresión de confirmación, los dos notaban algo especial en el. La mujer se agacho y, arropándolo un poco mas y acunándole, se marcharon bosque a dentro.

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