jueves, 26 de mayo de 2011

Capitulo 2.4

   Un par de horas antes se había anunciado la pronta llegada del rey extranjero, en seguida todos los nobles se vistieron con sus mejores galas e, ignorando el mal humor del rey, se reunieron en el salón del trono, impacientes por conocer a tan importante persona. El mal humor del rey había sido sustituido por los nervios, no paraba de mandar a sus sirvientes a comprobar que el recorrido del extranjero estuviese limpio, que no hubiese ningún adorno descolocado o que la comida estuviese lista.

   La sala del trono estaba llena de murmullos y cuchicheos, mas que una sala real parecía un patio de colegio, los nobles iban de un lado a otro propagando los rumores que habían llegado a sus oídos, las damas se reunían en grupillos especulando sobre el aspecto del rey, habían llegado a la conclusión de que seria atlético y apuesto, con vestimentas maravillosas y un sequito de mujeres preciosas. Todo tipo de descripciones recorrían el castillo en esos instantes y por más que el príncipe intentase averiguar cuál era la verdadera, no había forma de separar la descripción real de las imaginarias.

   -Relájate, su aspecto no es importante-le dijo su mujer que esperaba a su lado-, ya habéis hecho todo lo posible para que este a gusto, y saber cómo es no os servirá de nada a estas alturas.

   -Tienes razón, es que estoy muy nervioso, quiero que todo salga bien y mi padre no pone mucho de su mano, no para de gritar órdenes sin sentido.

   Le iba a responder algo cuando sonaron las trompetas en la sala y todo el mundo callo y recupero su pose noble, los corrillos desaparecieron y toda la sala se esforzó en dar el mejor aspecto posible. Las puertas se abrieron con una velocidad que, al príncipe, le pareció exasperantemente lenta, entraron los soldados de la escolta con sus pesadas capas de invierno, se abrieron a los costados de la alfombra central y dejaron pasar al invitado de honor.

   Las caras de los presentes reflejaron una absoluta perplejidad, la persona que entro en la sala no podía ajustarse a ninguna de las descripciones que habían recorrido minutos antes la sala, estaba claro que era el rey que se esperaba pues sobre su cabeza reposaba una corona, pero no vestía lujosas ropas, ni siquiera le cubría una lujosa capa para cubrirse del frio del exterior, vestía una camisa gris claro y un pantalón de seda negra cadente de adornos. Le acompañaban 7 sirvientes vestidos con una túnica dorada que les cubría todo el cuerpo y con una capucha que impedía ver su rostro.

   Sin embargo, las vestimentas de los extranjeros no fue lo que mas sorprendía a los presentes, lo que dejo atónitos a los presentes fue el aspecto del rey, poseía una tez blanquecina, casi mortecina, tenía unos ojos de un azul celeste muy intenso que resaltaban en su rostro y un pelo plateado muy corto, su cuerpo era delgado, y la parte visible de sus extremidades estaban repletas de tatuajes con extraños símbolos. Si no hubiese llevado puesta la corona toda la sala hubiese pensado que era un esclavo de los mares del sur.

   Mientras avanzaba hacia el trono con andares imponentes el rey y el príncipe mantuvieron una forzada sonrisa de bienvenida, a las espaldas del invitado los nobles cuchicheaban sobre su aspecto, se relamían los labios, esta visita daría para mucho, sería el tema principal en todas las cenas y reuniones durante unos meses. Cuando estaba a solo unos metros ya del trono un noble le salió al paso.

   -Excelencia, le doy la bienvenida a nuestro humilde reino, vuestra presencia honra a este castillo.

   Era el barón de Darat, un presuntuoso noble que siempre intentaba ser el centro de atención, casi la mitad del ejército real eran hombres suyos y había que soportar sus impertinencias y su ambición.

   -Bienvenido majestad, espero que este todo a su gusto y que no haya tenido problemas en su viaje– se apresuro a interrumpir el príncipe- este es el baron de Darat, creo que ha pasado usted por sus tierras de camino aquí. Disculpe nuestra ignorancia pero no ha llegado a nuestros oídos el nombre de su excelencia.

   -Muchas gracias, estoy encantado con este recibimiento, y en cuanto a mi identidad, soy el rey Dronza.

   -¿Vuestro paso por mis tierras fue agradable?- interrumpió el barón.

   -Si, fue muy agradable volver a ver esa tierra.

   -¿Ya había estado por estas tierras mi señor?- ahora no fue el príncipe el que hablo, si no el propio rey.

   -Debo reconocer que si, hace ya algunos años.

   -Entonces conocerá la historia de la expulsión de los hechiceros de mis tierras, los hombres de mi ejército se unieron a los del rey y acabaron con grandísimos hechiceros que vivían en nuestro reino.

   El barón conto toda la historia con orgullo, había dejado claro su propio poder dentro de los límites del reino, seguramente el extranjero ignoraría ahora a los otros nobles y el recibiría tantas atenciones como su rey.

   -Interesante- se limito a responder Dronza.

   Al príncipe no le caía demasiado bien el visitante pero tenía que ser cortes por el bien del reino. Como no sabía que decir le pregunto lo primero que se le paso por la cabeza.

   -Dronza no es un nombre conocido en estas tierras, ¿Posee algún significado?

   -En realidad no es mi nombre de nacimiento- hablaba sin apartar la vista del presuntuoso barón- cuando llegue a los reinos del otro lado del mar el rey local me tomo bajo su tutela, no tenia herederos y vio en mi al hijo que nunca había tenido, me enseño todo lo que sabia y me dio un nuevo nombre. En el idioma del reino de donde procedo esa palabra significa muerte.

   El silencio que se produjo en la sala a continuación de esa explicación fue terrorífico. Dronza se acerco al barón que retrocedió ligeramente, levanto su mano y le agarro del cuello, el presuntuoso noble intento soltarse pero algo le mantenía pegado a la mano. El rostro se le fue azulando, su cuerpo se iba recubriendo de escarcha y el noble tiritaba de frio.

   Dronza le soltó y la congelada víctima cayó al suelo tiritando y sufriendo en sus últimos momentos de vida. El furioso extranjero se dirigió hacia el rey y dijo con una potente voz:

   -Yo soy Drew, el último campeón de los hechiceros, este hombre- dijo señalando al barón- fue uno de los que asesino a mi familia y mis amigos hace 6 años y tú, soberano de estas tierras, fuiste el culpable de mi perdida, he venido en el día de hoy a vengarme y a reclamar este reino como castigo.

   Dicho esto se acerco con una espada en la mano, nadie había visto de donde la había sacado, cuando entro en la sala no poseía ningún arma visible y menos de esas dimensiones. La espada brillaba con una luz azul, parecía estar recubierta de hielo y ser muy pesada. Se coloco delante del asustado rey y, sin decir ni una palabra más, le atravesó con la espada. Se escucho el grito del príncipe que había sacado su espada y se dirigía hacia su padre a la carrera, pero no llego muy lejos, uno de los sirvientes de Dronza se había quitado la capucha, mostrando un rostro con la boca cosida y de piel dorada como sus vestimentas, con cicatrices en el cuello que dibujaban extrañas criaturas, había estirado el brazo y de la punta de sus dedos un rayo surgió directo hacia el príncipe que cayó instantáneamente cuando le alcanzo.

   El resto de sirvientes se destaparon y mostraron un aspecto muy similar al primero, en la sala cundió el pánico, los nobles intentaban escapar y los soldados luchar contra los extranjeros pero nada se podía hacer, iban pereciendo uno a uno, el movimiento de todos los hombres dorados parecía un baile, un siniestro baile que iba arrasando con todo lo que se acercaba a ellos, mientras Dronza observaba el macabro espectáculo sentado en el trono y sin que su rostro reflejase la mas mínima emoción.

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   Los soldados estaban en tensión delante de los niños mientras que algunas sirvientas sollozaban detrás de estos y otras agarraban cuchillos por lo que pudiera pasar. La princesa estaba fuertemente agarrada a Bakiat y sus labios temblaban de terror.

   La puerta del patio se abrió de golpe y salió uno de los chambelanes del rey, con las ropas destrozadas y completamente ensangrentado, uno de los guardias se apresuro a prestarle su ayuda pero el pobre hombre no paraba de repetir que huyeran, que escapasen de ese lugar y expiro su último aliento repitiéndolo una y otra vez. En el umbral de la puerta apareció un hombre dorado con un aspecto terrible, el guardia que había intentado socorrer al fallecido se lanzo al ataque contra ese ser pero después de dar un par de pasos cayó fulminado por un rayo.

   El resto de guardias se colocaron entre el asesino y los príncipes y les ordenaron que escapase.

   Los pequeños salieron corriendo hacia el bosque, Bakiat iba pegado a sus hermanos, corriendo detrás de ellos pues sus piernas eran más cortas, repentinamente vio una mancha plateada a su derecha, era el zorro, parecía que quería que le siguiese. El pequeño se separo de sus hermanos y siguió al animal en una dirección completamente diferente a la de sus hermanos.

   El zorro corría a toda velocidad pero el niño no dejaba que se alejase de él y corría más rápido que nunca, mientras huía le llegaban gritos de horror del castillo a sus espaldas, cada vez menos gritos y más débiles, hasta que, por fin, continúo su huida rodeado del más absoluto silencio.

martes, 24 de mayo de 2011

Capitulo 2.3

   El castillo hervía en actividad, un poderoso rey del otro lado del océano había anunciado su visita y debían causar una buena impresión. El castillo había sido limpiado por completo reiteradamente y engalanado con escudos de armas y estandartes de las diferentes casas de nobles, los criados remendaban y adecentaban sus vestimentas, los caballeros sacaban lustre a sus armaduras y armamento. Se habían contratado criados extra y los más importantes nobles se hospedaban en el castillo a la espera de recibir con lujos y honores al rey extranjero y, porque no, para curiosear e intentar aumentar su influencia sobre los asuntos del reino. De las cocinas se elevaba un olor delicioso, el príncipe había puesto a un par de criados a vigilar a sus hijos para que no hicieran ninguna trastada y evitar que asaltaran la cocina.

   El rey y el príncipe estaban de los nervios, se rumoreaba que el poder y riquezas del rey visitante eran inimaginables, debían causar la mejor impresión posible. Si conseguían establecer relaciones comerciales y diplomáticas con ese reino, su propio poder aumentaría y su influencia crecería en el mundo. Maldecían el mal tiempo que asolaba el reino. Según se había acercando el momento de la visita del extranjero la tormenta había ido arreciando, cuando por fin llego el día de su llegada la tormenta se había convertido en una autentica tempestad. No había quien se acercase al monarca, gritaba a todo el mundo y castigaba a los sirvientes por cualquier nimiedad. Su hijo aguantaba con paciencia el mal humor de su padre y siempre que podía se encargaba personalmente de los requerimientos de su rey. Cuando un criado llego para informarle de que se había atascado el portón del castillo el rey estallo.

   -Estoy rodeado de inútiles, ¿Por qué vienes a molestar a tu rey con esa nimiedad?, avisa al herrero y que la arregle y luego vete a las mazmorras, permanecerás encerrado un mes entero por tu estupidez.

   -Déjemelo a mi padre-el príncipe se llevo al criado, este temblaba de arriba abajo- Tranquilo, no se acordara de ti dentro de un rato, llévame a ver esa puerta y luego ve a llamar al herrero y a un par de soldados.

   -Si mi señor.

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   Los principitos jugaban en un patio cubierto bajo la vigilancia de los criados de su madre y unos pocos soldados. Mientras Deria, la única hija de los príncipes, permanecía junto a las sirvientas, arreglándose y charlando, Bakiat y sus dos hermanos jugaban a los soldados y eran instruidos por la guardia que se les había asignado, los tres pequeños tenían una espada sin filo y un pequeño escudo cada uno. Los dos hermanos de Bakiat los gemelos Diro y Leto luchaban hombro con hombro contra el benjamín de la familia. Los gemelos tenían un pelo rubio y liso como el de su madre, perfectamente cortado y peinado, sus ojos eran azules y vivos como los de su padre, poseían unos brazos y piernas fuertes, una actitud fiera y grandes dotes de mando pese a tener solo 10 años.

   El pequeño Bakiat hacia lo que podía para defenderse. Aunque eran más fuertes que él, también eran lentos de movimientos y Bakiat aprovechaba esta debilidad para atacarles. Estaba defendiéndose de un ataque continuo donde los dos hermanos se turnaban para golpear cuando se le ocurrió una idea, torció la pierna simulando que se tropezaba, momento que sus hermanos aprovecharon para lanzarse a finiquitar la pelea, al ver que habían caído en su trampa, rodo por el suelo y se coloco detrás de ellos, se levanto con presteza y les asesto una patada a los dos en el trasero, provocando que ambos cayeran de cara contra el suelo y él se golpease con fuerza al caer. Se hizo el silencio y repentinamente se escucho la voz de Deria riendo a carcajada suelta, Deria tenía 14 años ya, era alta y de un pelo negro caoba parecido al de su hermano pequeño y su padre, tenía unos ojos castaños, casi dorados, que eran la envidia de las mozas del reino. Los asuntos de los críos no le importaban en absoluto, pero le entretenía ver a sus hermanos jugar y al ver como habían caído los tres no pudo evitar romper a reír.

   -Seréis torpes, os tendría que dar vergüenza por dejaros engañar por ese truco tan simple, y a ti-dijo señalando a Bakiat-, a ti debería darte vergüenza por caer después de ganarles de esa forma, sois unos payasos.

   Se siguió riendo mientras en todo el patio se escuchaba una carcajada general. Los soldados felicitaban a Bakiat por su maniobra y los gemelos se quejaban de que había hecho trampas.

   Mientras Bakiat recibía los halagos de los soldados vio al zorro plateado al borde del bosque, mirándole fijamente, como orgulloso, le extrañaba la actitud del animal pero le dedico una amplia sonrisa. Mientras le observaba, Bakiat sintió como si algo tirase de él hacia las montañas, en su fuero interno supo que algo había sucedido al otro lado de estas, algo que resultaría importante en su vida. Un grito procedente del castillo interrumpió sus pensamientos, los soldados se pusieron en tensión y uno de ellos entro para averiguar qué había sucedido, poco a poco los gritos iban creciendo en número e intensidad, la guardia se coloco delante de los niños mientras que Bakiat y sus dos hermanos agarraban armas y escudos y se colocaban para proteger a su hermana de lo que pudiese salir por la puerta.

martes, 17 de mayo de 2011

Capitulo 2.2

   Madre e hijo caminaban por el mercado, estaban en la zona rica de la ciudad, los mercaderes no gritaban y restregaban sus productos por las caras de los posibles clientes, esperaban tranquilamente en sus negocios a que los nobles y ricos se acercasen buscando algo que necesitasen o codiciasen. A Bakiat no le gustaba ese mercado, prefería el del otro lado de la muralla, más bullicioso, con gente extraña gritando y exponiendo productos maravillosos, allí nadie le hacía reverencias a su paso, era un niño más.

   La afición del pequeño a escaparse a los barrios bajos traía de cabeza a su guardia personal. A Bakiat le encantaba engañar a sus protectores, irse a pasear libre, caminar entre el bullicio la gente de todos los lugares del mundo, de los hombres y mujeres que se mostraban como eran y no se escondía tras una falsa fachada elegante. Cuando veía algo que le gustaba, o simplemente cuando le parecía que un mercader era demasiado presuntuoso, cometía pequeños robos, siempre llegaba a casa con los bolsillos llenos de cosas y comiendo alguna chuchería. Bakiat no necesitaba robar para vivir, lo hacía por diversión y cuando regresaba a castillo mandaba a unos guardias con dinero a que pagasen a los mercaderes a los que había hurtado algún producto. Nunca le pillaban, cuando unos guardias llegaban a los mercaderes con dinero y pidiendo disculpas estos se quedaban con cara de bobos intentando averiguar qué había pasado, pero sin rechazar ese ingreso que ellos creían extra. Por supuesto el pequeño nunca estaba solo y él lo sabía, siempre había un espía siguiéndole, el sabia donde estaban pero nunca lograba librarse de ellos, de vez en cuando alguno hacia como si lo hubiese despistado para contentar al muchacho.

   De camino al castillo, varios nobles intentaron entretener a su madre para pedirle algún favor, los nobles alagaban la belleza de la princesa o intentaban engatusar al pequeño de alguna forma. La princesa, paciente, se deshacía de ellos con la habilidad adquirida con los años de práctica, se excusaba con alguna cita pendiente y su hijo no se quedaba atrás esquivando a los persistentes nobles, respondía a sus lisonjas con frases que les inducia a creer que recibía con gusto su atención pero sin comprometerse a nada con ellos y, siempre que podía, humillando a los pelotilleros e intrigantes nobles haciendo florecer sus defectos o algún asunto humillante de su vida.

   Tras una pesada caminata de evasivas y falsas sonrisas la princesa entro con su hijo en el castillo, paso la guardia tirando de su hijo que quería quedarse viendo los ejercicios de los soldados, y subió las escaleras.

   -Llegaras a ser un buen soberano algún día, no te dejas engañar por los farfulleros hijo, sabes distinguir solo con verlos quien merece la pena tener al lado y quien no, esa es una cualidad importante en un rey.

   -Pero madre, yo no seré rey, delante mía están mis hermanos y mi hermana.

   -Algún día te casaras con una princesa y gobernaras a su lado.

 -Si madre – No entraba en sus planes desposarse con una niña de papa, una princesita que siempre tuviese lo que quería y no supiese hacer las cosas por sí misma.
Llegaron a las habitaciones destinadas al príncipe y sus hijos y entraron, Bakiat salió corriendo.

   -¡Padre! ¡Padre! ¿A que no sabes lo que estuve haciendo hoy?
El niño se lanzo a los brazos de su padre que estaba trabajando sobre unos mapas, este le agarro con una sonrisa y se dispuso a escuchar la historia de su hijo. Mientras Bakiat relataba todo su plan para atrapar al zorro y todo lo que había trabajado para llevarlo a cabo, su madre se sentó en el reposabrazos del sillón donde estaba sentado su marido y se abrazo a él, ambos escucharon toda la historia soltando alguna frase de admiración de vez en cuando para el regocijo del pequeño, cuando termino su historia le felicitaron por su duro trabajo y le animaron a continuar con su empresa.

   Antes de que el niño saliese corriendo a contarles su historia a sus hermanos su padre le detuvo.

   -Espera hijo, tengo un regalo para ti.

   Le entrego una pequeña caja envuelta en tela verde, el niño lo agarro sin parar de preguntar que es, cuando lo abrió observo un pequeño instrumento ovalados con agujeros.

   -¿Qué es?- Pregunto el pequeño intrigado.

   -Es una ocarina, es una herencia familiar que debías tener.

   El niño miro el instrumento con los ojos muy abiertos, y se la llevo a los labios, empezó a soplar y del instrumento salió una hermosa melodía, el niño la aparto y miro sorprendido, sabia tocarla, cogió un cordel, lo paso por un gancho de la ocarina y se la colgó al cuello, después de dar un beso a su padre en la mejilla y de darle las gracias, salió corriendo a contarle a sus hermanos la aventura de su día. Los orgullosos padres observaban al niño correr.

   -¿Era el momento de entregársela?- Le pregunto preocupada al príncipe.

   -Sí, ha llegado el momento de que aprenda y comprenda su herencia, la aparición de nuestro viejo amigo lo confirma, veremos si consigue no caer en las trampas del pequeño.

   Ambos rieron, se besaron y se agazaparon en el sillón, allí, abrazados, se quedaron dormidos con una sonrisa en la cara. Antes de caer en las garras de Morfeo se escucho apenas en un susurro a la orgullosa madre:

   -Llegara a ser grande, está destinado a grandes cosas.

domingo, 20 de febrero de 2011

Capitulo 2.1

   Miraba fijamente la trampa, llevaba dos horas con los ojos fijos en esta, le estaba resultando muy difícil atrapar al zorro que había visto. Se encontraba al animal por todas partes, parecía que le siguiese y estaba siempre observándole, el animal era precioso, era grande y tenia un pelaje plateado que brillaba como la luna, poseia una mirada penetrante y curiosa de ojos azules oscuros y parecía muy listo.

   Tenía que atraparlo, sería su mascota, le cuidaría y le enseñaría trucos, tenía que atraparlo como fuese. Había preparado una trampa con una jaula hecha con juncos y un trozo de perdiz que se había guardado de la comida para que hiciese de cebo. Le costo todo el día anterior preparar la jaula, robo de las cuadras unas sogas para unir los juncos y se aseguro que estos fuesen fuertes y lisos para que el zorro no se hiciese daño, también se aseguro de que estuviesen bien unidos para que no se pudiese escapar, estaba orgulloso de su obra, era digna de un gran cazador.

   El pequeño Bakiat tenía siete años, era alto para su edad y poseía unos ojos verdes muy vivaces, salía siempre de casa con su pelo negro perfectamente peinado y cortado, aunque enseguida se le asalvajaba y unos rizos recorrían su frente. Era un chico curioso y reservado, le gustaba pasear por el bosque y estar con los animales, le gustaba más la compañía de la naturaleza que la de los humanos.

   Siguió un rato agazapado esperando que apareciese su futura mascota, hacia frio y el pequeño ocultaba cada centímetro de su piel bajo una capa de lana verde. El invierno se había adelantado un par de meses y la nieve cubría el reino.

   Bakiat se pasaba los días jugando en la nieve mientras sus hermanos mayores se resguardaban en el castillo, su madre le decía que terminaría pillando un resfriado pero a él no le importaba, era su obligación jugar con la nieve, no podía perderse un momento de juegos. De repente se escucharon unas llamadas a su espalda.

   -!Bakiat¡- era su madre- !Regresa ya, es hora de cenar y esta anocheciendo¡.

   Tendría que volver al día siguiente, el zorro ya no aparecería, y su madre lo habría espantado con tanto grito, regresaría al día siguiente y volvería a intentaría atraparle. Recogió la jaula y dejo la perdiz fuera por si el zorro andaba cerca, llamo a su madre para que supiese donde estaba y dejase de buscarle. Mientras el muchacho se marchaba corriendo a reunirse con su madre, el zorro asomo el hocico. El animal salió de su escondite, el niño era tenaz, se había pasado horas observando cómo intentaba atraparle, el pequeño había aguantado pese al frió. Cuando el muchacho se perdió de vista el zorro se acerco a la perdiz, la agarro con los dientes, cabo un hoyo entre unos matorrales y la enterró. Tras hacer esto se marcho con un alegre trotecillo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Capitulo 1.1

   Los dos hombres corrían a toda velocidad por el bosque, saltando y esquivando ramas, vegetación y toda clase de obstáculos. Era un día de primavera con una agradable temperatura, el bosque hervía en actividad, los pájaros, ardillas y demás animales estaban alterados, saltaban, piaban y se peleaban por buenos lugares en los arboles donde anidar, llenaban el bosque de vida y alegría, solo hacían unas pausas en sus actividades para observar la carrera de los dos extraños hombres y en cuanto estos desaparecían seguían con sus vidas.

   El hombre que iba delante era una persona alta, con el pelo cobrizo y largo, potentes músculos y una piel morena. Sus grandes zancadas y potentes movimientos se llevaban por delante cualquier obstáculo que se interpusiese en su camino, ramas se partían, arbustos eran arroyados y piedras salían disparadas y las mas grandes se rompían, en su movimiento se traslucía una potencia sin igual. A este le seguía en la carrera un hombre de blanquecina tez y un pelo gris que contrastaba con su juvenil rostro, era delgado y parecía frágil, sus movimientos eran ágiles y precisos, no corría en una dirección determinada y mucho menos recta, zigzagueaba esquivando arboles, saltaba de roca en roca, se subía a un árbol y corría de rama en rama, sus pies apenas tocaban ninguna superficie. Pese a esa forma de correr mantenía la distancia con su predecesor y a diferencia de este no parecía que la carrera le estuviese cansando.

   Repentinamente la carrera dejo el bosque y se traslado a una amplia pradera, pasaron de correr en la penumbra a estar bañados en una intensa luz. Con el bosque ya atrás se podía distinguir como ambos hombres irradiaban una especie de luz, anaranjada el primero y azul el que le seguía, los dos hombres siguieron corriendo ahora ambos en línea recta, en su camino se iba a cruzar una enorme manada de caballos salvajes que estaban pastando, estos, al verlos venir, se asustaron y empezaron a correr, pronto el primer hombre les alcanzo, corrió esquivando a los asustados animales y ,en apenas un minuto, adelanto a la gran manada, en cuanto los dejo atrás el segundo hombre le adelanto con facilidad, este se alejaba rápidamente de el y no tardo mucho en perderle de vista. En su cara se esbozo el inicio de una sonrisa y de sus labios, apenas con la fuerza de un susurro, con tranquilidad y un pequeño matiz de afecto surgió una sola palabra, un nombre, Drew.

Capitulo 1.2

   Drew estaba sentado con las piernas cruzadas en una piedra en lo alto de una colina, observando la actividad incesante de un campamento multicolor en el valle. En torno a unas tiendas de aspecto solido se veían cientos de tiendas improvisadas, tiendas de todos los tamaños y con una gran variedad de colores. Entre las tiendas se veía gente bebiendo y cantando, gente comerciando y hablando tranquilamente o bromeando con algún amigo, pequeños corrillos en algunas zonas despejadas, rodeaban a jóvenes que, con una sonrisa en la cara, se batían en duelos, algunos físicos y otros mágicos. Drew observaba tranquilo, tenía unos ojos azules celestes que miraban como si pudiese ver más allá de lo que realmente había en el valle, su mirada penetrante recorría todo el campamento sin que su rostro reflejase ni la más mínima emoción. Sus facciones eran duras, con un rostro anguloso, ahora que había cesado su carrera se distinguía un cuerpo delgado, pero para nada frágil, estaba moldeado por el trabajo duro, era alto y ligeramente musculoso.

   Miro a su espalda cuando advirtió que su compañero ya había llegado, en ambos se dibujo una amplia sonrisa en la cara y descendieron por la colina hacia el campamento sin intercambiar palabra.

   Por todos lados miembros de muy variadas tribus desarrollaban sus actividades en armonía. Era la época de la reunión de las tribus de hechiceros de todo el país. Cada dos años se celebraba esta reunión donde los ancianos discutían sobre política y los jóvenes competían por el titulo de campeón de tribus, ponían a prueba su capacidad mágica, física y su inteligencia. Era tradición que la tribu del anterior campeón albergara la siguiente reunión, el último campeón fue Drew y por lo tanto ese era el campamento de su tribu.

   El hombre que caminaba a su lado era Maros, su hermano, Drant y Area habían recogido al pequeño Drew de bebe en el bosque, Maros, el hijo de la pareja era unos años mayor que el, siempre había sido su compañero de juegos y su mejor amigo. Drant y Area eran los jefes de su tribu, se dirigían a su tienda, se pararon de vez en cuando para hablar con algún conocido o intercambiar información con miembros de otras tribus. Cuando llegaron a la tienda se quedaron fuera esperando, sentados en un lado de la entrada, su padre estaría en la reunión y ya sabría que habían llegado, les mandaría llamar cuando terminase. Algunos jóvenes se pararon a hablar con ellos, a pedirles consejos para el día siguiente, Drew respondía con mirada ausente, estaba escuchando lo que se decía en la tienda y Maros lo sabia. Pasaron unos minutos hasta que Area salio y les mando entrar. Era una mujer hermosa pese a su avanzada edad, su pelo blanco estaba recogido en una larga coleta trenzada y llevaba un vestido verde largo de ceremonia, su cara sin arrugas era severa pero amable y sus ojos verdes desarmaban a cualquiera que los mirase. Entraron en la tienda y vieron una gran mesa con todos los jefes de las tribus sentados a su alrededor, todos reían y contaban las anécdotas sucedidas en esos dos años. Drant se levanto muy contento y con los brazos abiertos.

   -¡Maros! ¡Drew! Bienvenidos, ya ha terminado la reunión, uniros a la celebración, estaréis agotados por la carrera, ¿Fuisteis muy lejos?

   -El ejercicio por la mañana es bueno para la salud- Respondió Maros - abre el apetito y tonifica el espíritu.

   Todos rieron, Maros se sentó a la derecha de su padre y Drew a la izquierda después de abrazarle. Prosiguió una copiosa comida en la que los jefes alababan a los hijos del jefe local, a Maros por su fuerza y a Drew por su habilidad, ambos respondían acordándose de algún familiar o miembro destacado de la tribu de dicho jefe, se alargo la comida hasta que estaba anocheciendo, todos los jefes se fueron poco a poco a sus respectivas tiendas, mañana era el gran día y había que mantenerse despierto para no perder ni un segundo del espectáculo.

   Cuando todos se habían ido se reunió la familia, se sentaron cerca del fuego y se tomaron unas bebidas. Drant pregunto:

   -Bueno, ¿Cual es la previsión para las competiciones de mañana?
Maros puso cara seria.

   -No estoy muy seguro, la vida de casado y la reciente paternidad de mi hermano le han ablandado, se está descuidando- Drew le dio un golpe con una sonrisa en el hombro-, es posible que pierda una de las competiciones.

   Todos rieron, Drew era un prodigio, era el hechicero más poderoso que se había visto en años, tenía una habilidad innata para potenciar sus capacidades físicas, ganaría todas las pruebas sin problema. Area se acerco a Drew y le dio un abrazo.

   -Estamos muy orgullosos de ti, te has convertido en un gran hombre y un esplendido hechicero.

   -Gracias a vuestras enseñanzas madre, sin vosotros no lo habría logrado, os lo debo todo- Le respondió con la cara ruborizada.

   Maros les miro con gran afecto, no sentía celos del poder de su hermano ni el afecto que sus padres prodigaban hacia él, estaba orgulloso de Drew, le admiraba y llegado el momento de tomar el mando en la tribu, abdicaría en favor de su hermano. Todos se despidieron y los dos hermanos marcharon a sus propias tiendas.

   Drew andaba por las calles, mirando el hermoso cielo y sin fijarse en nada de lo que pasaba a su alrededor, cuando llego a su tienda dejo la capa en el perchero y se dirigió hacia la cama donde le esperaba su mujer Niria, con el bebe en sus brazos, acunándolo y mirando a su marido. Era una mujer rubia, un par de años menor que el, con una mirada fiera y unos ojos oscuros, era menuda pero con un carácter muy fuerte, su carácter y su fiereza hacia que fuese muy temida en el campamento, nadie se metía con la pareja si no quería resultar malherido, eran tal para cual.

   Ambos se dieron un beso silencioso para no despertar al bebe y, abrazando a su mujer, se metió en la cama, los tres se quedaron dormidos al rato, el día siguiente seria un día largo, lo presentía.

Capitulo 1.3

   El campamento se despertaba poco a poco, los jóvenes que no habían celebrado demasiado la reunión el día anterior, y por lo tanto estaban en condiciones de dar dos pasos sin caerse o vomitar, se dirigían a la pradera donde se desarrollaría la competición, era una pradera grande donde se habían levantado varias tribunas y algunos pequeños edificios para las pruebas de inteligencia. El silencio del campamento contrastaba con el jolgorio del día anterior, era un silencio respetuoso expectante y lleno de ilusión. Los ancianos hablaban en voz baja sobre competiciones anteriores, comentando viejas hazañas y grandes guerreros de sus respectivas tribus. Los niños seguían silenciosamente y con rostros expectantes y de admiración a los adultos mientras se estos dirigían a la pradera, calentaban y se concentraban. De la tienda principal salieron los jefes, tras un rato de charla en la entrada de la tienda se dirigieron a la pradera con tranquilidad, detrás de estos salió Maros que, tras desperezarse, se dirigió a la tienda de su hermano.

   -¡Drew! - Boceo cuando llego a la entrada - ¡Ya va siendo hora de que nos dirijamos a la competición pedazo de holgazán!

   -¡Se está vistiendo!- Le contesto Niria desde dentro.

   Un par de minutos después salieron los dos con el bebe, Drew abrazo a su hermano y Maros le planto dos besos a Niria en sendas mejillas e hizo unas carantoñas a su sobrino, pronto cumpliría tres meses y llegaría el momento de ponerle un nombre, por mucho que le insistiesen Drew no soltaba prenda sobre cual seria. Maros agarro al niño y se puso a jugar con él mientras se dirigían al prado. La pareja iba abrazada mientras varios niños, al ver a los dos grandes de la tribu, se arremolinaban a su alrededor. Cuando llegaron Niria se fue con el niño y se sentó al lado de Area en la tribuna mientras los dos hermanos calentaban. Cuando empezó la competición todo fue según lo esperado, primero se desarrollo la competición física, la potencia física de Maros le permitió llegar a la final sin problema, la gran capacidad de Drew de potenciar sus habilidades físicas le permitió llegar al enfrentamiento con su hermano con la misma facilidad. En la final Drew lucho con un solo brazo para que fuese mas divertido y termino ganando a su hermano, aunque en mas de una ocasión pareció que la ventaja que le había dado Drew haría que perdiese, pero en todo momento consiguió sobreponerse a las dificultades que le planteaba Maros. Al terminar ambos se abrazaron y se marcharon riendo. Tras un descanso comenzó la competición de inteligencia, la competición fue larga y tuvo que superar muchas pruebas que pusieron a prueba su sabiduría y capacidad de razonamiento, los ancianos se habían superado, hubo muchos contrincantes que le pusieron en apuros pero finalmente se impuso y gano esa competición también.

   Tras otro descanso comenzó la mas espectacular de las competiciones, las luchas de hechicería, los contrincantes se lanzaban unos a otros hechizos muy diversos y coloridos intentando dejar fuera de combate a su oponente, el publico jaleaba ante cada bola de fuego o ilusión espectacular, a la final llego un hechicero del rey y Drew, Maros se acerco con cara de preocupación a Drew, le aviso de que ese hechicero había vencido a sus oponentes con suma facilidad y crueldad, le advirtió de que usaba magias muy potentes y no se preocupaba por el bienestar del publico o su contrincante. Drew intento parar todos los hechizos del hechicero real, parecía furioso y realmente era muy poderoso, apenas le quedaba tiempo para contraatacar y desequilibrarle, se lo estaba tomando en serio e iba a tener que tomárselo con la misma seriedad, de repente se escucho una detonación a sus espaldas, se giro a ver qué pasaba y el hechicero aprovecho para lanzarle una gran bola de fuego que le dio de pleno en la espalda, mientras perdía la conciencia busco la mente de su mujer y le mando un simple mensaje:

   -Corre, Huye.

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   Se despertó unas horas más tarde, el campamento había sido destruido, por todas partes yacían cuerpos de hechiceros y soldados, algunos con flechas o heridas mortales de espada, otros calcinados o sin marcas aparentes, rápidamente encontró a sus padres y a Maros, rodeados de varias decenas de soldados reales y algunos hechiceros, habían muerto combatiendo, unos metros más adelante encontró a Niria. Arrodillándose cogió su cabeza y rompió en lágrimas. Tras un rato en el que dio rienda suelta a su dolor, levanto a su familia y pronunciando unas palabras hizo que se convirtiesen en bellas estatuas para que viviesen por los siglos de los siglos en aquel prado, no encontró cuerpos de niños por ningún lado. Dolorido y llorando huyo de ese tétrico paisaje, ando durante días sin rumbo, los viajeros que encontró en el camino le informaron de que el rey, cegado por una profecía que había llegado hasta sus oídos, había mandado borrar del reino a los hechiceros, mando a los suyos propios y a un ejército a destruirles, al principio le dijeron que los hechiceros habían raptado a los niños para enseñarles y eso le dio la esperanza de poder encontrar a su hijo, pero mas tarde un tabernero le informo que el rey mando ejecutar a sus propios hechiceros y a los niños que habían traído con ellos. Al parecer, ningún otro hechicero había sobrevivido a la purga real, siguió deambulando con una única idea en la cabeza, aumentaría su poder hasta límites insospechados para volver un día y vengarse del rey, su venganza sería terrible.

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   Cuando el rey regreso del genocidio estaba feliz, mandaría ejecutar a los hechiceros a su cargo y así la profecía no se cumpliría, su hijo mayor le recibió a gritos, no le perdonaría lo que había hecho a su pueblo, su mejor amigo era un hechicero y había conseguido huir gracias a su ayuda antes de que el rey decretase la muerte de los hechiceros, probablemente nunca podría volver a verle, estaba furioso con su padre y se paso meses sin hablarle, su mujer llevaba en brazos a su último hijo de apenas un mes de edad mientras su marido gritaba al rey, sus otros hijos estaban escondidos detrás de su madre, no comprendían que pasaba pues aun eran pequeños, todos lloraban menos el recién nacido que dormía plácidamente, sin que nada le molestase. La relación entre los dos nunca volvió a ser igual, el rey nunca comprendió porque le había afectado tanto pues había salvado el reino. Desde aquel entonces la hechicería quedo prohibida en el reino bajo pena de muerte. Muchas acusaciones falsas surgieron, cada vez que alguien se quería librar de un contrincante o vecino molesto le acusaba de hechicería y era tal la paranoia del reí que se apresuraba a ejecutar a la inocente víctima, nada volvió a ser igual en el reino.