Drew estaba sentado con las piernas cruzadas en una piedra en lo alto de una colina, observando la actividad incesante de un campamento multicolor en el valle. En torno a unas tiendas de aspecto solido se veían cientos de tiendas improvisadas, tiendas de todos los tamaños y con una gran variedad de colores. Entre las tiendas se veía gente bebiendo y cantando, gente comerciando y hablando tranquilamente o bromeando con algún amigo, pequeños corrillos en algunas zonas despejadas, rodeaban a jóvenes que, con una sonrisa en la cara, se batían en duelos, algunos físicos y otros mágicos. Drew observaba tranquilo, tenía unos ojos azules celestes que miraban como si pudiese ver más allá de lo que realmente había en el valle, su mirada penetrante recorría todo el campamento sin que su rostro reflejase ni la más mínima emoción. Sus facciones eran duras, con un rostro anguloso, ahora que había cesado su carrera se distinguía un cuerpo delgado, pero para nada frágil, estaba moldeado por el trabajo duro, era alto y ligeramente musculoso.
Miro a su espalda cuando advirtió que su compañero ya había llegado, en ambos se dibujo una amplia sonrisa en la cara y descendieron por la colina hacia el campamento sin intercambiar palabra.
Por todos lados miembros de muy variadas tribus desarrollaban sus actividades en armonía. Era la época de la reunión de las tribus de hechiceros de todo el país. Cada dos años se celebraba esta reunión donde los ancianos discutían sobre política y los jóvenes competían por el titulo de campeón de tribus, ponían a prueba su capacidad mágica, física y su inteligencia. Era tradición que la tribu del anterior campeón albergara la siguiente reunión, el último campeón fue Drew y por lo tanto ese era el campamento de su tribu.
El hombre que caminaba a su lado era Maros, su hermano, Drant y Area habían recogido al pequeño Drew de bebe en el bosque, Maros, el hijo de la pareja era unos años mayor que el, siempre había sido su compañero de juegos y su mejor amigo. Drant y Area eran los jefes de su tribu, se dirigían a su tienda, se pararon de vez en cuando para hablar con algún conocido o intercambiar información con miembros de otras tribus. Cuando llegaron a la tienda se quedaron fuera esperando, sentados en un lado de la entrada, su padre estaría en la reunión y ya sabría que habían llegado, les mandaría llamar cuando terminase. Algunos jóvenes se pararon a hablar con ellos, a pedirles consejos para el día siguiente, Drew respondía con mirada ausente, estaba escuchando lo que se decía en la tienda y Maros lo sabia. Pasaron unos minutos hasta que Area salio y les mando entrar. Era una mujer hermosa pese a su avanzada edad, su pelo blanco estaba recogido en una larga coleta trenzada y llevaba un vestido verde largo de ceremonia, su cara sin arrugas era severa pero amable y sus ojos verdes desarmaban a cualquiera que los mirase. Entraron en la tienda y vieron una gran mesa con todos los jefes de las tribus sentados a su alrededor, todos reían y contaban las anécdotas sucedidas en esos dos años. Drant se levanto muy contento y con los brazos abiertos.
-¡Maros! ¡Drew! Bienvenidos, ya ha terminado la reunión, uniros a la celebración, estaréis agotados por la carrera, ¿Fuisteis muy lejos?
-El ejercicio por la mañana es bueno para la salud- Respondió Maros - abre el apetito y tonifica el espíritu.
Todos rieron, Maros se sentó a la derecha de su padre y Drew a la izquierda después de abrazarle. Prosiguió una copiosa comida en la que los jefes alababan a los hijos del jefe local, a Maros por su fuerza y a Drew por su habilidad, ambos respondían acordándose de algún familiar o miembro destacado de la tribu de dicho jefe, se alargo la comida hasta que estaba anocheciendo, todos los jefes se fueron poco a poco a sus respectivas tiendas, mañana era el gran día y había que mantenerse despierto para no perder ni un segundo del espectáculo.
Cuando todos se habían ido se reunió la familia, se sentaron cerca del fuego y se tomaron unas bebidas. Drant pregunto:
-Bueno, ¿Cual es la previsión para las competiciones de mañana?
Maros puso cara seria.
-No estoy muy seguro, la vida de casado y la reciente paternidad de mi hermano le han ablandado, se está descuidando- Drew le dio un golpe con una sonrisa en el hombro-, es posible que pierda una de las competiciones.
Todos rieron, Drew era un prodigio, era el hechicero más poderoso que se había visto en años, tenía una habilidad innata para potenciar sus capacidades físicas, ganaría todas las pruebas sin problema. Area se acerco a Drew y le dio un abrazo.
-Estamos muy orgullosos de ti, te has convertido en un gran hombre y un esplendido hechicero.
-Gracias a vuestras enseñanzas madre, sin vosotros no lo habría logrado, os lo debo todo- Le respondió con la cara ruborizada.
Maros les miro con gran afecto, no sentía celos del poder de su hermano ni el afecto que sus padres prodigaban hacia él, estaba orgulloso de Drew, le admiraba y llegado el momento de tomar el mando en la tribu, abdicaría en favor de su hermano. Todos se despidieron y los dos hermanos marcharon a sus propias tiendas.
Drew andaba por las calles, mirando el hermoso cielo y sin fijarse en nada de lo que pasaba a su alrededor, cuando llego a su tienda dejo la capa en el perchero y se dirigió hacia la cama donde le esperaba su mujer Niria, con el bebe en sus brazos, acunándolo y mirando a su marido. Era una mujer rubia, un par de años menor que el, con una mirada fiera y unos ojos oscuros, era menuda pero con un carácter muy fuerte, su carácter y su fiereza hacia que fuese muy temida en el campamento, nadie se metía con la pareja si no quería resultar malherido, eran tal para cual.
Ambos se dieron un beso silencioso para no despertar al bebe y, abrazando a su mujer, se metió en la cama, los tres se quedaron dormidos al rato, el día siguiente seria un día largo, lo presentía.
Miro a su espalda cuando advirtió que su compañero ya había llegado, en ambos se dibujo una amplia sonrisa en la cara y descendieron por la colina hacia el campamento sin intercambiar palabra.
Por todos lados miembros de muy variadas tribus desarrollaban sus actividades en armonía. Era la época de la reunión de las tribus de hechiceros de todo el país. Cada dos años se celebraba esta reunión donde los ancianos discutían sobre política y los jóvenes competían por el titulo de campeón de tribus, ponían a prueba su capacidad mágica, física y su inteligencia. Era tradición que la tribu del anterior campeón albergara la siguiente reunión, el último campeón fue Drew y por lo tanto ese era el campamento de su tribu.
El hombre que caminaba a su lado era Maros, su hermano, Drant y Area habían recogido al pequeño Drew de bebe en el bosque, Maros, el hijo de la pareja era unos años mayor que el, siempre había sido su compañero de juegos y su mejor amigo. Drant y Area eran los jefes de su tribu, se dirigían a su tienda, se pararon de vez en cuando para hablar con algún conocido o intercambiar información con miembros de otras tribus. Cuando llegaron a la tienda se quedaron fuera esperando, sentados en un lado de la entrada, su padre estaría en la reunión y ya sabría que habían llegado, les mandaría llamar cuando terminase. Algunos jóvenes se pararon a hablar con ellos, a pedirles consejos para el día siguiente, Drew respondía con mirada ausente, estaba escuchando lo que se decía en la tienda y Maros lo sabia. Pasaron unos minutos hasta que Area salio y les mando entrar. Era una mujer hermosa pese a su avanzada edad, su pelo blanco estaba recogido en una larga coleta trenzada y llevaba un vestido verde largo de ceremonia, su cara sin arrugas era severa pero amable y sus ojos verdes desarmaban a cualquiera que los mirase. Entraron en la tienda y vieron una gran mesa con todos los jefes de las tribus sentados a su alrededor, todos reían y contaban las anécdotas sucedidas en esos dos años. Drant se levanto muy contento y con los brazos abiertos.
-¡Maros! ¡Drew! Bienvenidos, ya ha terminado la reunión, uniros a la celebración, estaréis agotados por la carrera, ¿Fuisteis muy lejos?
-El ejercicio por la mañana es bueno para la salud- Respondió Maros - abre el apetito y tonifica el espíritu.
Todos rieron, Maros se sentó a la derecha de su padre y Drew a la izquierda después de abrazarle. Prosiguió una copiosa comida en la que los jefes alababan a los hijos del jefe local, a Maros por su fuerza y a Drew por su habilidad, ambos respondían acordándose de algún familiar o miembro destacado de la tribu de dicho jefe, se alargo la comida hasta que estaba anocheciendo, todos los jefes se fueron poco a poco a sus respectivas tiendas, mañana era el gran día y había que mantenerse despierto para no perder ni un segundo del espectáculo.
Cuando todos se habían ido se reunió la familia, se sentaron cerca del fuego y se tomaron unas bebidas. Drant pregunto:
-Bueno, ¿Cual es la previsión para las competiciones de mañana?
Maros puso cara seria.
-No estoy muy seguro, la vida de casado y la reciente paternidad de mi hermano le han ablandado, se está descuidando- Drew le dio un golpe con una sonrisa en el hombro-, es posible que pierda una de las competiciones.
Todos rieron, Drew era un prodigio, era el hechicero más poderoso que se había visto en años, tenía una habilidad innata para potenciar sus capacidades físicas, ganaría todas las pruebas sin problema. Area se acerco a Drew y le dio un abrazo.
-Estamos muy orgullosos de ti, te has convertido en un gran hombre y un esplendido hechicero.
-Gracias a vuestras enseñanzas madre, sin vosotros no lo habría logrado, os lo debo todo- Le respondió con la cara ruborizada.
Maros les miro con gran afecto, no sentía celos del poder de su hermano ni el afecto que sus padres prodigaban hacia él, estaba orgulloso de Drew, le admiraba y llegado el momento de tomar el mando en la tribu, abdicaría en favor de su hermano. Todos se despidieron y los dos hermanos marcharon a sus propias tiendas.
Drew andaba por las calles, mirando el hermoso cielo y sin fijarse en nada de lo que pasaba a su alrededor, cuando llego a su tienda dejo la capa en el perchero y se dirigió hacia la cama donde le esperaba su mujer Niria, con el bebe en sus brazos, acunándolo y mirando a su marido. Era una mujer rubia, un par de años menor que el, con una mirada fiera y unos ojos oscuros, era menuda pero con un carácter muy fuerte, su carácter y su fiereza hacia que fuese muy temida en el campamento, nadie se metía con la pareja si no quería resultar malherido, eran tal para cual.
Ambos se dieron un beso silencioso para no despertar al bebe y, abrazando a su mujer, se metió en la cama, los tres se quedaron dormidos al rato, el día siguiente seria un día largo, lo presentía.
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